A veces las letras no me encuentran, se pierden entre tanto barro y niebla. Se aferran a las cosas que ya no son, que no pudieron ser, que nunca serán.
Eso me hace preguntarme si algún día mis poemas dejaran de esperarte. De anhelar los versos que son para ti y para esa vida que tanto soñaste.
Pero, no soy esa que recuerdas.
No tengo la misma piel ni me gusta la misma música. Tiendo a pararme más firme y mi voz es más insolente.
Dejarte ir me ha hecho más libre.
Por eso, ahora no anhelo que vuelvas, pero sí que pares de doler, de sangrar diciendo mi nombre.
Lo que intento decir es que quiero que llegue el tiempo en el que vea tus fotos y dejé de desear volver a esos días en los que querernos no me hacía sentir que me ahogaba.
Porque eran pocos,
en realidad,
casi inexistentes.