Por Ale Díaz
Ayer desperté como en cualquier día de cuarentena. Sin levantarme revisé mi teléfono, me bañé y desayuné. Por la tarde tenía programada una tutoría, así que, en el resto de la mañana, terminé de preparar el material que iba a usar en clase.
Por la tarde todo empezó a ser muy extraño. Mandé el link de la clase a mi alumna, Belén. Nos conectamos y al principio, todo fluyó, pero, en un momento la aplicación me sacó de la reunión. Empecé a revisar cuál podría haber sido la causa, pero mi wifi estaba funcionando a tope. Intenté todo, reiniciar el router, poner mis datos, reiniciar mi compu, pasarme al teléfono, ¡TODO! pero nada funcionó.
Muy apenada, llamé a la mamá de Belén, Dulce. Con voz entre sorprendida y extrañada me contestó -¡Hola Ale!-. su tono de voz me pareció extraño, pero proseguí a disculparme por haber interrumpido la clase y explicarle que, aunque no sé qué pasó, lo intenté todo sin lograr tener acceso a la plataforma, además, prometiéndole así que en cuanto lograra solucionar el problema, continuaría mi clase… en ese momento, Dulce me interrumpió diciendo -Ale, Es una broma, ¿verdad? porque estoy en la puerta del cuarto de mi hija y te estoy viendo dar la clase. ¿Dejaste grabada la clase? Si es así, no te preocupes, aunque tus redes no estén bien, la clase está avanzando- Diciendo esto en tono informativo.
Mientras ella me hablaba, yo lograba escucharme dar la clase desde el computador de Belén. Era mi voz, era lo que yo había preparado para la clase, era exactamente como lo pensaba decir, pero no era yo.
Me asusté mucho, pero en un segundo pensé, si le compartía esto a Dulce, probablemente pensaría que estaba haciendo una broma de muy mal gusto, que tengo problemas mentales o que algo me está pasando, de cualquier modo, nunca más me buscaría para otra tutoría. Entonces, decidí decirle que yo había pregrabado esa clase y la estaba probando para que en dado caso sucediera algo, las tutorías no se pausaran; justamente el día que las estaba probando, se cayeron todas mis redes, entonces no estaba segura si en verdad estaba funcionando.
Colgué el teléfono. Por mi mente pasaron un sin fin de pensamientos, mi corazón se aceleraba, mis labios temblaban, mis manos se enfriaban y podía sentir como mis ojos se dilataban. La ansiedad me estaba matando y aunque sentí las piernas entumecidas, logré pararme y salir de casa. Abrí el carro y a punto de arrancar, escuché el sonido de mensajes de mi teléfono. No de whatsapp, no de facebook, no de messanger, sino de los antiguos mensajes. Era un mensaje de Dulce que decía:
Ale intenté hablarte por whatsapp pero no llegan los mensajes, me imagino que ya pudiste conectarte, porque te estoy viendo interactuar con mi hija. Te agradezco mucho por estar pendiente y por la atención.
En ese momento me paralicé, la taquicardia se intensificó y las lágrimas no podían parar. Respiré profundamente, me limpié los ojos y arranqué. La sensación de sentirme perseguida, se volvía cada vez más molesta. Yo solo necesitaba sentirme segura, aclarar la mente y quería estar acompañada. Busqué un lugar en donde no me trataran de loca, y me ayudaran a entender lo que estaba pasando. Entonces, giré el volante en medio de las calles vacías y me dirigí cual niña a casa de mis papás.
Llegué a casa de mis papás, pero estaba vacía, entonces decidí esperar a que regresaran, traté de pensar que habían ido al super, porque no había otra razón por la cual no estuvieran. Pasaron aproximadamente quince minutos cuando escuché que se abría la puerta de la entrada, eran ellos y al verme, mi mamá me dijo: ¡Qué rápido llegaste! pensamos que te ibas a tardar más. Sin pensarlo le pregunté ¿Cómo sabía que iba a llegar? y ella contestó que yo le había escrito que iba a estar en la casa.
No aguanté más y rompí en llanto. Mi mamá muy preocupada me abrazó y me preguntó por qué lloraba. Le conté lo que había estado pasando durante la tarde y que yo nunca le había mandado ese mensaje. Me contestó que seguramente estaba pasando por un momento de mucha presión y sumando la cuarentena todo se acumuló, noté en ella la expresión de preocupación porque seguramente yo estaba enloqueciendo. Entonces supe que la casa tampoco era un lugar seguro.
En serio quería creerle, pero yo sabía que no. También sabía que seguir insistiendo o tratar de convencerla no iba a servir de nada. Intenté distraerme, hasta que me tranquilicé. Para evitar el toque de que queda, regresé a mi casa. Me tomé un té que había mandado mi mamá y me quedé profundamente dormida, no desperté sino hasta el día de hoy.
Hoy no es un día normal, me desperté preguntándome si todo había sido un sueño, revisé mi teléfono, y en efecto, el mensaje de Dulce estaba allí, el vaso de té de mi mamá estaba en la mesita de noche, todo había sido real. Me levanté, caminé por mi casa, sin reconocerme. Entré al baño y me vi en el espejo, noté entonces, que no estaba sincronizada con mi reflejo, teníamos un pequeño delay. Pero ya no tengo miedo, solo quiero preguntarle ¿quién es ella? ¿Soy yo? Pero no logro que me conteste, solo me imita con unos microsegundos de retraso. Ya no tengo miedo, tampoco me siento yo, no he querido hablar con nadie, por eso escribí lo que me pasó y ahora que lo leo no estoy segura de ser yo quien está aquí, o si estoy aquí, pero en diferentes condiciones, buscando una falla en mi computador o en el wifi y tal vez ahora sea yo la que está remplazando a la del espejo.