Con un chocolate pensó que lograría ganarlo. Se lo dejó en su escritorio mientras él volvía del descanso.
No habían hablado en días desde que su novia descubrió que él le mentía. Ella encontró unos mensajes de esa “otra” en su celular.
Siete años de relación rotos en cinco minutos.
¿Se sentía culpable? Sí. Pero una parte de ella se sentía aliviada. El cargo de consciencia era reemplazado por la esperanza. Ella sabía que era muy poco probable que ellos rompieran su relación. Llevaban siete años juntos y antes de eso años de conocerse, de idas y venidas. No creía que ella lo fuera a terminar.
A pesar de la esperanza que sentía por una posible relación. No sentía que estar con alguien que había engañado a su novia era lo mejor a para ella.
Movió la cabeza de un lado al otro tratando de borrar el pensamiento. Después de todo ella estaba en la misma posición.
Por eso le dejaba un chocolate. Porque pensaba que eso era mejor que nada. Una forma de recordarle que ella también estaba allí. Para que lo contemplara dentro del conflicto. Pero, ¿quién era ella? ¿Qué pintaba en aquel escenario? Nada, pintaba lo mismo que ese tímido chocolate.
Y por eso él le pidió que ya no le escribiera, que ya no le hablara, porque quería salvar su relación. Después de todo, él estaba enamorado de su novia. Y, ya fuera por eso o porque le daba miedo despertarse unos años después arrepentido. Se quedó con su novia, prometiéndole ya nunca volver a hablar con la “otra”.
Y así lo hizo, salvo una corta despedida en un mensaje al celular. Le dejó de hablar, la dejó de seguir por las calles como lo hacía cuando ella lo rechazaba. Dejó de sonreírle cuando la gente comentaba que hacían una bonita pareja. Dejó de contemplarla todos los días desde cuatro pupitres de distancia, de hablarle y de pensarla; De extrañarla y de sorprenderse encontrándola en sueños.
La dejó sin decir tantas palabras. Ella entendía y él tenía que ser breve. Y aquel día en el que ella le dejó el chocolate en su escritorio. Él no regresó del descanso. Fue a casa a los brazos de su novia.
El chocolate se quedó en su lugar siendo lo que fue desde el principio. Un regalo que pasó desapercibido. Con mucho significado para quien lo entregaba, pero al final de cuentas un chocolate sin más. De los que se compran en cualquier tienda.