De la noche a la mañana, la casa se volvió todo. Nos vimos obligados a recrear nuestras vidas enteras en un mismo espacio y fue entonces cuando los ambientes cobraron vida propia.
Los cuentos de niños relatan cómo los objetos de la casa cobran vida cuando no estamos. Pero, ¿qué pasa cuando estamos en casa todo el tiempo? La vida sigue de igual forma.
Conforme pasan los días y las medidas del gobierno se acentúan, he aprendido a conocer la personalidad de los espacios en mi hogar. Son pocos estos espacios y aún así cada uno tiene muy bien definido su tono de voz.
La sala de visitas, vecina del comedor, vecina de la cocina, vecina del pasillo, la describiría como aquella persona que pasa de una taza de café negro a una copa de vino tinto sin una gota de agua. La cocina tiene algo de creatividad, nos obliga a reinventar las comidas para usar absolutamente todos los ingredientes que tenemos. El comedor, aparte de ser funcional, es el área de juegos de cartas; tiene algo de trucos mentales. La sala de visitas tiene algo de poesía, cubierta entre telas recicladas, vinilos de Sabina y coffee table books de arte y fotografía de la que nos gusta.
Luego pasamos a la sala familiar, vecina del pasillo y vecina del balcón de fumadores. A este espacio lo describiría como aquella persona relajada y curiosa a la vez. Aquí, las páginas de novelas históricas y realismo mágico vuelan por las tardes. En la noche, las horas pasan entre documentales de música, de deporte o de episodios de esos para no pensar mucho.
Finalmente pasamos al cuarto principal, vecino de un cuarto secundario y vecino también de dos baños. Este espacio sería la persona determinada, cariñosa y la que sabe cuándo dejar ir. Aquí, todas las mañanas despierta una rutina de ejercicio sagrada para luego prenderle la luz a la laptop; estas son las tareas por hacer hoy, estas son las reuniones virtuales de hoy, este es el pichel de agua que debo beber hoy.
Aquí, al ponerse el sol la ducha de agua hirviendo escurre lo que debemos dejar ir por el día; refrescamos la página. Nos está esperando el abrazo del edredón que también huele a lavanda porque soy ese tipo de personas que pone al sueño sobre un pedestal. Cierro los ojos alrededor de las 10 de la noche y mis espacios me acompañan al mundo de los dormidos también.
A las 6 de la mañana suena la alarma, comenzamos de nuevo.
Las voces de mi casa
