Por Andrea González
Pasé tres días muy mal, tres días donde quería hablar, pero no encontraba la persona adecuada. Porque hablar de la familia no es fácil. Y esta situación me frustra, porque sé que yo llego a ser muy extremista con mis pensamientos y no sabía con quién hablar. Porque sé que no hay persona que soporte estar conmigo todo el tiempo que me lleve superar o afrontar estos sentimientos y pensamientos. Mis amigas me oyeron y me «entendieron» el domingo, pero para el lunes, ya se habían olvidado de cómo me sentía, para el miércoles ya estaban hablando de temas banales, sin importancia y honestamente esperaba mucho más de ellas, esperaba que comprendieran que mi dolor no se quedó en el domingo… si no que me sigue doliendo.
Y lo más difícil es explicar cómo unas cuantas palabras detonaron todos mis problemas, me destruyeron totalmente. Todo lo que he querido ir construyendo poco a poco se derrumbó. Mi autoestima al piso, mis ganas de vivir al piso, mi autocontrol al piso. Sé que para algunas personas será algo insignificante, no sé cómo para ellos esas palabras fueron solamente sonidos al viento sin sentimiento, cuando para mí fueron cuchillos que me destrozaron.
La herida que me provocó mi familia más el desinterés de mis «amigas», hizo que poco a poco se fueran abriendo más y más heridas. Y ese es el gran problema conmigo que tengo tantas heridas. Hasta la herida que pensaba que ya estaba cicatrizada, hasta esa comenzó a doler nuevamente. Y cuando todas las heridas se abren, entras en un abismo asqueroso de pensamientos del cuál piensas que no podes salir, sentís que te estás ahogando.
Y entonces te preguntas ¿cómo poder callar a la mente? ¿Cómo evitar el monólogo interno autodestructivo? Durante el día logré calmar la mente con actividades, pero al llegar la noche, ya dispuesta a dormir. No encontraba el botón de off. Quise obligarme a dormir y no pude. Daba vueltas, pero la voz en mi cabeza no paraba. Comencé a llorar… a llorar como hace mucho no me lo permitía, porque sentía que tal vez llorando iba a poder descargar mi enojo y dolor. No me importó si me oían o no.
Incluso en un momento pensé «ojalá escuchen y les dé curiosidad de venir a verme y preguntarme qué me pasa, tal vez así puedo explicarles cuánto me hirieron». Pero eso no pasó. Me tranquilicé forzosamente y encendí la computadora para ver un video en YouTube. Encontré un podcast de comedia que ha sido mi salvavidas. Me río y por lo menos por una hora no pienso, no siento. Pero termina el video o la actividad que realice y me siento vacía otra vez. No encuentro sosiego, quiero llorar, quiero gritar, pero no puedo. Incluso por eso escribo esto, porque no puedo dormir. Ya es la segunda noche de insomnio. Pero ya no quiero desaprovechar las noches. Mi frase favorita siempre ha sido: convierte tu dolor en arte. Por eso vuelvo a escribir, esperando que por primera vez alguien pueda leer y/o escuchar este relato y entender un poco lo que siento. Tal vez consciente o inconsciente estoy gritando con las palabras escritas lo que no puedo gritar a viva voz. Es mi grito de auxilio.
¿Porque de qué otra forma explicas que tu familia te hace sentir excluido, no querido? Es difícil.
Y más cuando has intentado de tantas formas encajar, demostrar que los quieres. Y aun así te llaman egoísta y tratan de explicarte que todo lo que te hacen sentir tiene una justificación. Y la justificación es que no te has esforzado lo suficiente.
Lo que más me duele es ver como pareciera que son mi familia solamente por obligación, y no por elección. Y me lleno de miedos, porque percibo que convivir conmigo es tan difícil y me pregunto: ¿habrá alguna persona que al final del día se quede conmigo por elección y no por obligación? Me niego a resignarme que debo vivir en soledad, porque si ni mi familia me soporta ¿quién lo hará? Y es ahí cuando te ves acorralado a un solo pensamiento, el que te carcome por dentro… ¿cómo vivir así?