Esta semana terminé de leer “La Vida y la Muerte Me Están Desgastando” de Mo Yan y “Me Talk Pretty One Day” de David Sedaris. Estos libros no podrían ser más distintos entre sí. El primero, una densa novela histórica con un estilo de narración que no se lleva bien con el “multitasking”. El segundo, una compilación de anécdotas chistosas que al leerlas se sienten como conversar con aquel amigo al que nunca le falta una historia chistosa, pero al que honestamente podemos dejar de ponerle atención unos minutos. En la montaña rusa emocional que es cada semana en cuarentena, cada uno de estos libros jugó su propio rol y tuvo su momento. Al leerlos pude confirmar, una vez más, que cuando decimos “no me gusta leer” en realidad queremos decir “no me ha gustado lo que he leído”.
“La Vida y la Muerte Me Están Desgastando” fue el libro perfecto para esas mañanas, raras en mi caso, en que uno despierta energizado. Listo para afrontar el día me sentaba frente a la ventana para que me pegara un poco el sol en este encierro y me ponía a leer. Desde temprano sentía que estaba logrando algo. Leyendo una novela histórica de un premio Nobel de literatura. Con eso podía empezar a afrontar las horas de oficina con un sentimiento de satisfacción para luego, en la noche, retomar la historia de mi amigo Ximen Nao y alguna de sus siete vidas.
Por su lado, “Me Talk Pretty One Day” era un acompañante para los días más pesados. Esto además reforzado por el hecho que lo leí en e-book. Me despertaba con apenas fuerzas suficientes para bajar a la cocina por una taza de café, me volvía a meter en las sábanas y mi libro se abría automáticamente en la última página en que me había quedado. Riéndome mientras hacía lo posible por no echarme el café encima sentía que las anécdotas de mi amigo David Sedaris me habían recargado un tanto las energías, tal vez no lo suficiente como para bañarme y cambiarme pero sí como para levantarme de la cama al escritorio e iniciar la jornada laboral.
Dependiendo de la semana de trabajo, las noches de los viernes y fines de semana eran para vino o cerveza, y también para la novela histórica de la China Comunista de Mao Zedong o para la anécdota del inodoro tapado por un maleducado y misterioso huésped, respectivamente. Hay quienes prefieren no iniciar a leer un libro si no han terminado el que están leyendo. Por mi parte, creo que hasta hizo falta un tercer libro para esos días de cuarentena en que no me sentía ni energizado ni desgastado, sino solo comfortably numb. (Si tienen alguna recomendación en esta línea se los agradezco)
El encierro de esta cuarentena es una buena oportunidad para leer algo. Lo importante es no sentirnos presionados socialmente a leer alguno de las famosas listas de “100 libros que leer antes de morir”, sino buscar algo que realmente nos llame la atención. Por mi parte, incluso les recomiendo escoger al menos dos, cada uno seleccionado en atención a los agresivos cambios de humor que todos nos hemos cargado en estas últimas semanas. Con esta nueva libertad de elegir podemos superar el trauma que venimos arrastrando desde el colegio cuando nos obligaron a leer María, con el respeto de Jorge Isaacs.