¿Por qué seguir?

Foto por Марьян Блан

Si hay algo que detesto es esa falsa idea que tiene la gente de lo que es ser escritor. Tienen esas ideas de que prendes incienso los días de luna llena para que la inspiración venga a ti, que la inspiración te agarra un día a mitad de la cola del banco y empiezas a escribir la historia que cambie la vida de muchos, tu siguiente gran éxito.

Pero no es así, repites una y otra vez la misma historia, en diferentes lugares, con diferentes actores, con diferente desenlace pero sobre lo mismo siempre. Y pasas horas y horas escribiendo y cuando terminas, resulta que no es lo que querías y te decepciona y decides corregirlo y lo arruinas más y lo dejas allí por semanas hasta que recibís esa llamada que no quieres contestar pero que llevas días ignorando y la contestas y te preguntan como vas, entonces decís ya esta, solo un ojito más y ya esta. Y sin echarle ese “ojito” lo mandas, porque se te acaba el tiempo seguro de que te van a responder “¿qué es esta porquería?” Pero te dicen que esta bien y “bien” es suficiente para quitarte de encima esa presión.

Y cuando te preguntan por el trasfondo cuentas las mil trampas que pusiste para que nadie se enteré de que escribiste sobre lo mismo, porque se te acabaron las ideas. Y tus amigos te empiezan a escribir para felicitarte y más de uno comenta cuan afortunado sos porque asumen que te va a dar fama y ser famoso es ir a todos los restaurantes y ser tratado como VIP y que te pidan autógrafos y fotos con la gente y mujeres por montones. Pero no es así, porque eso mismo que te hace escribir te hace una persona “diferente” y no en el buen sentido, porque para escribir idealizas a esa persona que apenas conoces e imaginas una vida junto a ella. Pero que cuando se lo decís solo la alejas y te tacha de “intenso” y tiene toda la razón, lo sos, por eso mismo escribís.

Y piensas “quizás por eso mismo escribía Cortázar o Benedetti, por intensos, pero el tiempo lo ha olvidado” y te reconforta saber que la historia no te va a recordar como el que le escribía cosas intensas a la chava que le gusta, sino como el gran escritor que escribía cosas románticas y te reconforta esa mentira. Y piensas que la próxima vez vas a dejar atrás todo lo intenso y ya vas a escribir esa novela de terror que siempre has querido y entonces no va a haber chava a quien decirle que trata sobre ella y la chava no te va a ignorar cuando te la encuentres en un bar.

Y empiezas a escribir y terminas otra vez hablando de esa mujer a la que idealizaste y no te gusta que así sea, pero ya se acerca la fecha otra vez y empiezan a llamar y el ciclo se repite. Y te sigues repitiendo las mismas mentiras una y otra vez hasta que te des cuenta de que ya es suficiente y nunca más vuelvas a escribir porque no vas a lograr el objetivo de que la chava lo lea y diga “que bonito lo que me escribiste”, por el contrario cuando le cuentes te va a bloquear, entonces te cuestionas seguirlo haciendo porque a nadie le gustan los intensos y cada vez que lo haces te alejas más de la gente y de la realidad.