No quiero pensarte mucho,
porque sé lo venenosos
que pueden ser tus besos.
Eso solía ser uno de tus talentos.
Intoxicarme,
comerme por dentro.
Y el mío siempre fue caer.
Caer al abismo contigo.
Creerme esas promesas disfrazadas de miel
y, luego,
aparecer en una cama vacía.
Una y otra vez.