La vida se le iba, mas por no saberla retener que por no saberla apreciar. Los ojos ya no mentían, no sabían descansar,
-«¿alguna vez has estado tan cansado que simplemente no podés quedar dormido?»-
Me había preguntado.
Y, en una intuición de su destino más que del mío, sentenció:
-«vos vas a parar loco, vos te vas a suicidar»-
con una voz mas ronca que lo usual, mas sombría, si’l vous plaît.
Asentí. Se le veía inusualmente plácido, aunque cansado y hastío, no podía ocultar cuánto disfrutaba de volver a usar su chumpa de cuero, el fiero tabaco de hombre gallardo que se enorgullecía de haber recibido de quien llama amigo. Su pelo empezaba a crecer, lento, con la misma cadencia con que él perdía la paciencia. Tomaba pero no se embriagaba, se servia whisky sin hielo -«solo, puro, ingrato»- decía él buscando causar gracia. Ya no tenía energía para reír, pero tenía aun menos como para llorar.
La
Vida
Duele
Mucho
Cuando
Nuestras
Consecuencias
Toman el control.
La imaginación, que solía ser su alimento, parecía ahogarlo ahora. A ratos tartamudo -lo cual le molestaba profundamente- levantaba la voz contra nadie, gritando su frustración emocional y sensorial. No estaba feliz, y no lo estaba porque hacia mucho que no estaba triste. Ya no escribía, ya no leía, ya no sentía. Y de pronto, en un momento de lucidez, se quitó la vida. Regresará una semana después, nadie sabrá que esta muerto, hablará igual, se comportará igual, como de costumbre, cuando vuelve de haber vuelto a nacer.