Desde niña, me han gustado los juegos de palabras. Enredarme en ellas y, luego, descubrir maneras de escabullirme entre sus comas o paréntesis.
Solía pensar que las palabras son lo más complicado. Porque hay que memorizar todas sus reglas, pronunciarlas bien, volverlas flores y no balas.
Pero, al crecer caí en la cuenta de que existen cosas más complicadas como: elegir una carrera, maquillarse en el carro, perdonar, despedirse, tú.
Estar enamorada de ti, regresar a una cama vacía aunque estés, hablar con tus sonrisas de papel.
¿Sabes cómo me di cuenta que me habías dejado de querer?
Fue porque en un día soleado para el mundo, pero lluvioso para nosotros, intenté hacerte reír al preguntarte:
“dime un trabalenguas más difícil que supercalifragilisticoespiralidoso”.
A lo que tú contestaste, sin titubeos, como bala al pecho:
amarte.